Cara y cruz de China en América Latina: dinero y deterioro ecológico
China ofrece a América Latina una relación comercial de doble cara: es un aliado rico con una demanda estable, pero también un factor de deforestación y conflicto social, según un informe de la Universidad Internacional de Florida.
Para la autora, Mónica Núñez Salas, en esta relación hay dos "verdades aparentemente opuestas".
Los países latinoamericanos "se han beneficiado enormemente de su asociación con China" para "acceder a recursos financieros, salvar sus brechas de infraestructura de transporte y energía y asegurar una demanda constante para sus productos" y, más recientemente, para luchar contra la pandemia de covid-19 mediante la llamada "diplomacia de las mascarillas".
Pero China también "es un factor determinante en el paisaje de América Latina, y el deterioro sustancial puede atribuirse, directa o indirectamente, a las mercancías que consume", con "un impacto en los alimentos, la deforestación y la escasez de agua".
No obstante, Núñez matiza que "no hay evidencia de que se pueda responsabilizar a China por el fracaso de América Latina en diversificar los mercados de exportación de la región".
La autora expresó preocupación de que América Latina no adopte "prácticas para mantener esta relación de manera sostenible en un momento en que el mundo se está acercando a su punto de inflexión, un umbral más allá del cual un ecosistema se reorganiza, a menudo abrupta o irreversiblemente".
En esta relación "con matices" aún es "un desafío" lograr el beneficio mutuo del que presume Pekín, según el informe elaborado para el Programa Latinoamericano y el Instituto de Políticas Públicas Jack D. Gordon de la Universidad Internacional de Florida.
- El litio-
América Latina siempre ha sido un proveedor de recursos naturales para sustentar el crecimiento chino, aunque con "un alto costo". La creciente demanda china de minerales y productos agrícolas convirtió a los países latinoamericanos en "altamente dependientes de un solo socio y transformó los paisajes locales", con una intensiva huella de carbono y agua.
"Las prácticas socioambientales de las empresas chinas no son inherentemente diferentes o peores que las de sus homólogas occidentales", aclara el texto, que insiste en analizar cada caso.
La creciente necesidad de dispositivos de almacenamiento de energía (baterías, teléfonos, vehículos eléctricos, etc) ha multiplicado la demanda de litio, que Chile, Bolivia y Argentina tienen en grandes cantidades (aproximadamente la mitad de las reservas mundiales).
Su litio suele estar en salmuera subterránea, lo cual abarata la extracción, pero causa conflictos con las comunidades locales, que sufren una disminución de la actividad agrícola que repercute en sus medios de subsistencia.
- La soja -
En la producción de soja, se ha acusado a China de apropiarse de terrenos pero, según el informe, "no está clara la cantidad real de tierra controlada por los inversores chinos".
Esto se debe a la diversidad de estrategias adoptadas (compra de terrenos, arrendamiento, contratos empresa-comunidad), que no son exclusivas de las empresas chinas.
China importa más del 80% de la soja consumida a nivel mundial y Latinoamérica le proporciona aproximadamente el 60%.
Pese al impacto de los cultivos en Argentina, "hubo pocos esfuerzos para construir una estrategia sostenible integral y mucho interés en perseverar la relación comercial", acusa el informe, que critica que la sostenibilidad quede a merced de iniciativas del sector privado.
- Deforestación -
China es el mayor consumidor extranjero de carne vacuna brasileña, "un producto que se expande a expensas de las áreas boscosas de las regiones del Cerrado y la Amazonía", advierte.
Hoy, "la agricultura y el cambio de uso de la tierra (que pasó a pastoreo) representan más de la mitad de los gases de efecto invernadero de Brasil", donde algunos productores simulan no criar ganado en tierras recientemente deforestadas.
El vínculo entre la demanda internacional y la deforestación no es directo.
Los ganaderos brasileños "no están deforestando nuevas áreas para criar ganado vendido en el mercado internacional", señala Núñez. "Es más probable que la demanda extranjera se esté abasteciendo de carne de vacuno criada en zonas de bajo impacto ambiental y desplazando el mercado local ganadero hacia zonas de alto impacto".
Si las relaciones comerciales entre Latinoamérica y China no tienen en cuenta el cambio climático, es probable que los bosques de la región "desaparezcan y se llegue al punto de convertir irreversiblemente la selva tropical más grande de sumidero de carbono en emisor de carbono".
El informe destaca, como punto positivo, la contribución de China en la adopción de energías limpias.
Con el litio que importa, China fabrica, entre otras cosas, baterías para tecnologías de energía renovable, convirtiéndose en una fuente de energía verde para América Latina, no solo a través de paneles solares, sino también con vehículos eléctricos que han ayudado a países como Colombia y Chile a reducir las emisiones urbanas.
F.Schneider--HHA