Una descendiente de Tolstói acoge a refugiados ucranianos en Suiza
Bajo la mirada penetrante de Lev Tolstói, la bisnieta del gran escritor ruso escucha los horrores que vivió Anastasia Sheludko antes de huir de Ucrania.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia, el país natal de su ilustre ancestro, fue una conmoción inmensa, dice Marta Albertini a la AFP, y llevó a esta mujer de 84 años a actuar.
"Fue por instinto", dice Albertini, que ahora presta a Anastasia Sheludko y a su madre un apartamento en la ciudad alpina de Lens, cerca de la lujosa estación de esquí de Crans-Montana.
Antes de que llegaran, Albertini quitó las fotos familiares que cubrían las paredes del chalet pero dejó en su lugar un gran retrato del autor de "Guerra y Paz" y "Anna Karénina".
El hubiera dicho: "Qué horror, ¿a qué hemos llegado?", asegura.
Tolstói, que conoció la terrible guerra de Crimea y el asedio de Sebastopol a inicios de 1850, era un pacifista, señala su descendiente.
- "Contra el horror" -
Albertini, que creció en Italia y Francia antes de instalarse en Suiza hace unos años, dice que es uno de los muchos descendientes de Tolstói que firmaron una carta al presidente ruso Vladimir Putin para decirle que la familia se opone a la guerra.
"Estamos contra el horror que se están perpetrando, la invasión de un país inocente", dice, aunque imagina que probablemente Putin "vio las cartas y luego las tiró a la basura".
Pero aún así cree que era necesario decirlo porque Europa ya no será nunca como antes.
A su lado está Anastasia Sheludko, de 24 años, cuyo mundo se derrumbó hace unas semanas.
"Es surrealista", dice, "a veces tengo la impresión de estar soñando".
La joven llegó con su madre el 13 de marzo a las montañas suizas, una semana después de huir de Mikolaiv, una ciudad del sur de Ucrania sometida a intensos bombardeos de las fuerzas rusas.
Forman parte de los 23.000 ucranianos que fueron acogidos en Suiza, de un total de 4,2 millones de personas que huyeron desde la invasión rusa el 24 de febrero.
- "Tu vida ya no es la misma" -
Marta Albertini estaba ahí cuando las dos mujeres llegaron, en compañía de otra familia que después siguió su camino.
Un primer encuentro "muy muy emotivo", dice.
Ahora, más de dos semanas después, Sheludko, con sudadera gris y gafas de montura grande, parece haberse instalado y ya asiste a las clases de la universidad en la cercana ciudad de Sierre.
Había estudiado para traductora en Mikolaiv pero aquí retomó los estudios que abandonó hace unos años.
"Así que ahora vuelvo a ser una aspirante a especialista en informática", dice con una sonrisa, que sin embargo se desvanece al recordar el momento en que su "vida tranquila y normal" cambió.
"Una mañana te levantas porque tu aeropuerto ha sido bombardeado a las 05h00 y tu vida ya no es la misma".
Ella y su familia se refugiaron en un sótano durante diez días antes de poder conducir rumbo al oeste, dejando atrás a su hermano mayor y a sus abuelos.
La llegada a Suiza significó un descanso y "el recibimiento fue muy amable y cálido", afirmó Anastasia.
"Tengo la suerte de tener este apartamento y puedo hacerlo (...) Eso es todo", dice con sencillez Marta Albertini.
E.Mariensen--HHA