Hamburger Anzeiger - New York, un pueblo cerca del frente en Ucrania, guarda un enigma y cristaliza los miedos

New York, un pueblo cerca del frente en Ucrania, guarda un enigma y cristaliza los miedos
New York, un pueblo cerca del frente en Ucrania, guarda un enigma y cristaliza los miedos

New York, un pueblo cerca del frente en Ucrania, guarda un enigma y cristaliza los miedos

En el pueblo de New York, en el este de Ucrania la línea del frente está a un puñado de kilómetros. En esta localidad el único edificio renovado es el centro cultural que cuenta la historia del pueblo, que hasta el año pasado se llamaba Novhorodske.

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Tatiana Krasko empuja con orgullo la imponente puerta metálica. Detrás hay una pequeña exposición en homenaje al ejército ucraniano y están expuestos instrumentos de música y algunos mapas intentan explicar el enigma de esta localidad.

¿Cómo llegó un pequeño pueblo del este industrial de Ucrania, donde se instalaron colonos alemanes en el siglo XIX, a ser bautizado como "New York" hasta que las autoridades soviéticas le cambiaron el nombre en 1951?

"Este es un misterio que sigue sin ser resuelto", cuenta Tatiana Krasko, coordinadora del centro cultural y responsable de la asociación. Pero pocos hoy en día se interesan en resolver este enigma.

En los últimos días, los bombardeos volvieron a escucharse desde este pueblo a medida que crece la presión ante la presencia de los separatistas prorrusos de Ucrania y las decenas de miles de soldados rusos desplegados al otro lado de la frontera, que atizan el temor a una invasión.

Tatiana Krasko utiliza el humor negro: "Nos decimos que les va a dar miedo bombardear New York", pero aclara que en realidad no está bromeando porque la localidad ya sufrió ataques.

Novhorodske volvió a denominarse New York a mediados de 2021, después de cinco años de "lucha" de activistas que iniciaron una demanda en 2016.

"¿Por qué tanto tiempo?", se le pregunta y ella responde que "las autoridades no querían".

"Quizás tenían miedo que esto generara un escándalo. Quizás consideraban que el hecho de que New York estuviera en la línea del frente, iba a sonar extraño", explicó.

La mujer no esconde que una parte de la población más apegada a la era soviética se manifestó contra el proyecto. "Pero los jóvenes, quienes tienen una vida social activa, estaban todos a favor de este cambio", afirmó.

- "¿Vamos a estar en guerra?" -

Serioja y Angela, de 16 años, viven internas en un colegio a unos 40 kilómetros, y afirman que no tienen una opinión al respecto. Volvieron a su pueblo por el fin de semana y luego se irán, muy pronto.

En New York no hay mucho que hacer. El único empleador es una fábrica de fenol que pertenece a Rinat Akhmetov, el hombre más rico de Ucrania.

La pequeña estación de trenes es la última de una vía que va a las afueras de Kramatorsk, la última ciudad grande de la región que todavía está bajo control de Kiev. Al otro lado está Donetsk y los separatistas apoyados por Moscú.

"Cuando crezca, no sé si tenga sentido quedarme aquí más tiempo. No sé cuánto tiempo va a durar la guerra. Voy a tener que irme", se lamenta Serguéi.

La palabra guerra está en todas las conversaciones y la escalada de hostilidades cerca de la línea del frente genera tensión entre los habitantes.

"¿Vamos a estar en guerra?", grita desde su balcón Klava Blynska, de 90 años. "¡Yo no quiero, eso ya lo vi!", dice.

Sobre el cambio del nombre de la localidad mejor no preguntarle. "Son unos imbéciles, ¿por qué tomaron esta decisión?", lanza antes de volver al tema que la preocupa: la guerra.

"Si Putin hace la guerra, es un imbécil", espeta.

Pero para ella, como para muchos en New York, el culpable es el gobierno ucraniano, la revolución proeuropea de 2014, que desencadenó la huida del presidente prorusso Viktor Yanukovich, y que derivó en que Crimea fuera anexada a Rusia y después terminó con la guerra en el este.

"Si le digo lo que pienso, me van juzgar en Kiev", dice un hombre de unos 50 años antes de cerrar la puerta de su jardín.

En ocho años las medidas de "ucranización" impuestas por las autoridades en esta región de una frontera porosa, generaron una lluvia de críticas de Moscú que las denunciaron como "rusófobas", sin dejar un mayor efecto.

Ella Pilipenko, una madre de 29 años, dice casi a escondidas que quiere que su tierra siga siendo ucraniana.

"No hay dónde trabajar, los salarios son bajos y hay bombardeos", afirmó antes de cerrar con un tono optimista. "Todo va estar bien y esperamos que sea lo mejor", concluyó.

R.Weber--HHA